Es difícil asomarse a los telediarios y leer los periódicos a diario y no sentir cierto desasosiego, cierto vértigo.
Las revueltas incontroladas de los chalecos amarillos en Francia, la deriva de la Italia de Salvini, la incertidumbre de cómo acabará la ruptura del Brexit, la despedida anunciada de Merkel y la irrupción de la extrema derecha, también, en España.
Estas noticias emiten dos señales que todo responsable político debe tener en cuenta:
Las causas que están moviendo los cimientos de nuestras democracias son múltiples, pero sin duda las cicatrices de la crisis y la sensación de que el contrato social, que garantiza cierto progreso a quién se esfuerza y un colchón de seguridad a quién lo necesita, está dejando de funcionar.
Nuestra acción de Gobierno se fundamenta en dar certidumbre y estabilidad política, económica y social a través del desarrollo del estado de bienestar.
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